Perderse en la lluvia

Perderse en la lluvia

lunes, 25 de octubre de 2010

Sigue transmitiendo recuerdos, hará falta

Era imposible no percibir esa voz. Estábamos sólo ella y yo en la habitación. Una habitación de una casa normal, el cuarto piso de una calle dentro de un barrio medianamente conocido, un barrio con gente que va a trabajar todos los días, que se gana su sueldo, la mayoría ya jubilados. Todos y cada uno de ellos con la mirada te podía contar una historia maravillosa. Lo mejor, sería completamente real. A fin de cuentas hablan de su vida.
Y así era ella. Los rasgos de su cara estaban ya marcados, acompañados de pequeñas arrugas, supongo que los años echaban una carrera de fondo, se le iban acumulando, como todo. Su expresión facial era triste, las pérdidas de su marido y su hijo se reflejaban a la perfección en cada cosa de la que hablaba. Su increíble sabiduría provocaba una extrema atención por mi parte, era imposible no sonreirla, no dejar de mirarla, dejar de escucharla, contaba los hechos transmitiendo sentimientos que años después permanencían en las palabras.
Su voz, verdaderamente madura, a la vez que dulce, familiar, la utilizaba para poder relatar sus recuerdos. Tanto los agradables como aquellos en los que incluso alguna que otra lágrima se derramaba por su rostro. De personalidad extraña, puede ser por sus vivencias, por el hambre en años de guerra, por una madurez obligada e inoportuna, cada uno de los baches, los obstáculos trasladados a problemas. A pesar de todo, yo seguía fascinada. Daría tanto por ser como ella, y no me confundo, teniendo en cuenta que es mi abuela.

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