Perderse en la lluvia

Perderse en la lluvia

domingo, 26 de febrero de 2012

Nunca sabes dónde puedes terminar, o empezar.


Cuando no tienes nada que decir, ¿qué se supone que debes contar? Quizás sea porque no es necesario, o porque ni el momento ni el lugar ni la hora son adecuados, o simplemente porque ya lo has dicho todo. Porque el vacío de palabras es directamente proporcional al número de ellas que dejaste que se escaparan por tu boca los días anteriores. Y es así, no defiendo ni ataco, está todo más que asumido. Luchar por cambiar de opinión no sirve de nada, el tiempo corre mil veces más rápido que cada uno de nosotros, y más ahora, que estamos a leguas de distancia.
Ya no busco culpables, la culpa está echada por mi parte. Ahora, el resto de minutos pueden pasar por ti, por mí, por ella y por el resto de cabezas mediopensantes de nuestro alrededor. La suerte está echada, y mientras a seguir con el propósito de dejar de desperdiciar mi tiempo.

martes, 21 de febrero de 2012

Nadie dijo que ser princesa fuera fácil.



Ella siempre quiso ser princesa. Pero no de las princesas con vestido rosa, zapatos de cristal, no necesita volar sobre la alfombra mágica, ni despertarse con un beso, ni tener que ir a por manzanas al bosque. Ella quiso tener un pelo ondulado, morena y con la tez blanca, quiso tener una mirada diferente, unos ojos llenos de ilusión, ser soñadora.
Quiso un príncipe, no ranas. Quiso tenerlo todo, quiso ganar y nunca perder. Y tanto quiso, que el país de Nunca Jamás se le quedó pequeño. Después de eso, ya no le quedó nada. Nada ni nadie.

miércoles, 1 de febrero de 2012

No quiero ni que te vayas, ni que vuelvas.


Siempre es la misma reacción:
Mientras unos vienen, otros se van.


El andén está vacío, se oyen las pisadas de la gente buscando las puertas de embarque. Cada uno con su maleta de recuerdos, con ganas de dejarselos en algún lado. Rebuscando en sus bolsos los tickets, y el sonido de las teclas del móvil al escribir un mensaje de despedida. Conversaciones que se oyen efusivamente (con familiares, amigos, amigos especiales,etc...) en la lejanía.
La gente huye, corre hacia ningún lugar y buscan horarios. No encuentran el momento en el que las puertas se abran para dar la señal de salida. Ansiosos, con ilusión y tristeza de por medio.  Preparan sus pies, a punto del disparo alertador. No consiguen situarse, están aturdidos de dar tantas vueltas y no conseguir ningún momento en el que parar y tomar aire. Una vez quietos todo comienza, ahora no están esperando nada de nadie. No quieren nada, ni lo buscan. Ya están preparados, ahora es cuando sus pies no sólo corren sino que además vuelan.