Perderse en la lluvia

Perderse en la lluvia

viernes, 2 de enero de 2015

Año nuevo, vida nueva. ¿Eso dicen, no?

Nunca se me dio bien hacer puzles. El principal componente es la paciencia. Cualidad de la que carezco. Es igual que el hecho de abrir los regalos sin romper el papel. Me entusiasman las personas que consiguen despegar cuidadosamente el celo, abrirlo con cuidado y luego doblar el papel y guardarlo de recuerdo. Me entusiasman, sí. Pero yo no puedo. Soy impaciencia pura y dura, como esa gente que come sin soplar y se escalda la lengua.

 Y recordar es como hacer un puzzle. Reunir todas las piezas, y mostrar el resultado. El 2014 como balance. Positivo, sin duda. He aprendido que no sirve de nada tener algo o lograr algo si no tienes con quién compartirlo, a quién enseñárselo. Y que nunca te sobra la compañia. He aprendido que todos estamos hechos de la misma materia y que las piedras no se hicieron para tropezar con ellas, sino para guardarlas en el bolsillo y chocarlas para calmar los nervios.

Puede que por primera vez me cuelo en el día a día de desconocidos que ya no lo son tanto. Que se pueden hacer amigos de la manera más tonta, como los sábados en la biblioteca. Sigo siendo de las que piensan que lo de siempre nunca aburre, que los reencuentros una vez al año no hacen daño, y que la distancia entre dos personas es relativa. Sigo siendo fiel a lo que se me mete entre ceja y ceja, a que todos tenemos un semáforo en ámbar, un talón de Aquiles y una historia que contar. Que me sigue costando leer entre líneas y reconocer mis errores. Que fui yo la que me encontré porque fui yo la que me busqué.

Y por supuesto, sé que para depurar hay que llorar, y dicen que las ocasiones las pintan calvas, ¿o eran las oportunidades? Sí, creo que sí. Pero qué sabré yo. Sólo tengo claro que hoy tengo una. Diréis que es absurda, pero es el momento de planear no tener ningún plan, para que no se me deshagan entre las manos. En cambio, sí es el momento de un hasta luego.

Pero volvemos al 15. Que sé que vienes cargado en grandes dosis de cosas bonitas.


jueves, 21 de agosto de 2014

Haz ver que me olvidas, y me acabarás olvidando. O eso me decían.

Te escribo a escondidas, como siempre, nadie me permite acordarme de ti, ¿vaya estupidez no? Se piensan que por que haya quitado nuestras fotografías, por qué haya guardado en esta caja de zapatos cada uno de tus recuerdos, y apenas pueda recordar como sonaba tu voz, no voy acordarme de ti. Como si esas cosas se pudieran controlar. Ellos no saben nada. Ellos no saben que has sido la casualidad de mi vida, y que hay cosas que el tiempo no borra.

Hay tantas cosas que quiero contarte. Solo necesitaría un día de tu vida, uno. Pero sé que (prefiero) pensar que no me lo merezco, y que no me lo darás. Así que tengo que conformarme con que durante estos minutos, pienses en mí, pienses en ese nosotros que se me escurre entre los dedos. Podría pasarme horas escribiendo lo mucho que te echo de menos, lo mucho que echo de menos recorrer la constelación de tu espalda o que me sorprendas como tú solo sabes.
En cambio, solo espero que seas feliz, que todos esos sueños que te alejaron de mí se hagan realidad, y que, algún día puedas comprender lo mucho que te quise, y te des cuentas del error que cometiste (o quizás no).

Tres cientos noventa y un días después de la vigésima despedida, decidí ponerle punto y final (no suspensivos), a algo que no tenia final. Pero el tiempo borra lo imborrable, y si no ya lo haces tú. Me olvidé de todo aquello que 'era suficiente para siempre', de los lugares donde podríamos ser felices tú y yo con nuestra bola del mundo, de tus palabras que sembraban calma en mi.
También me olvidé de nuestros tsunamis, 'de estar incondicional e irrevocablemente enamorada de ti', y de que incluso tú eres incapaz de pelear 24 horas al día contra lo que sientes. ¿Sabes de lo que único que no me he olvidado?

De la última fotografía que nos hicimos, donde mi sonrisa solo transmite felicidad. ¿Te acuerdas?  Y de aquella noche, en la que una vez más no fuiste sincero conmigo, en la que una vez más me dejaste marchar, aún sabiendo que nunca más seríamos dos.

miércoles, 25 de junio de 2014

La definitiva.

¿Qué hacer cuando se acabaron las oportunidades? ¿Qué hacer cuando te das cuenta de que todo no salió como estaba previsto y que nunca será como soñaste? ¿Y cuando te la jugaste a un “todo o nada” y salió un enorme vacío, un agujero negro de los grandes? Es fácil. Se apaga la luz. Se cierra el telón. Se acaba la función. Y te vas. No te quedas esperando a la salida a ver si hay suerte, ni compras entradas para el próximo pase. Te vas. No pretendo remover los fantasmas del pasado, ni tuyos ni míos, que esos están muy bien guardados en su cajón del olvido.

Pero se acabó. No quiero volver a sentir que se me mueve todo por dentro cada vez que apareces y echas esa media sonrisa que sabes que me encanta. No quiero irme a dormir pensando qué estarás haciendo, o cuál será esta vez el motivo por el que no me das las buenas noches. O saber que con quien te estés riendo ya no soy yo. Y puede que no funcione, seguramente echaré de menos tus ánimos cuando nadie sabe calmar mis nervios, ni yo misma, o los chistes malos en los momentos de silencio incómodo. O tus ganas de mandarlo todo a la mierda, o las largas horas de estudio en tu compañía.

Sin embargo, sé que aún perdiendo eso salgo ganando. Gano unos 200 gramos de salud mental, un par de puñados de estabilidad emocional, y qué narices, felicidad en cantidades industriales. La vida en el tren de la montaña rusa de tu estado de ánimo me ha dejado de convencer como forma de vida, que cada bajada son unas veinte arrugas dentro de cuarenta años.

Y no me despido de ti, bueno, indirectamente por aquí lo estoy haciendo. Sí por algún casual, algún día pasas por aquí, deberías saber que hoy es el día de la despedida. Como una sabía canción dice "Ya ha comenzado la cuenta atrás, se acabará. No es que no me importe, es que simplemente sé que lo hará." Por eso, a partir de ahora te haré ver que te olvido, y te acabaré olvidando. De verdad. Gracias por hacerme sentir increíblemente bien, y de nada por ser la diana de tus malas formas. Solo recuérdame y recuerda lo que solíamos ser.

sábado, 15 de marzo de 2014

Razones para de/resistir.

Siempre dicen que no todos los finales son felices. Del nuestro tampoco espero felicidad concretamente, prefiero un buen sabor de boca. Y las cosas no acaban mal porque no es mi intención. Eres, fuiste y serás alguien importante, has estado en mi vida de manera especial y eso, aunque no lo creas, es uno de los motivos de esta decisión.

Porque contigo estoy increíblemente bien, me siento fuerte, y capaz de hacerlo todo. Pero cuando no estás estoy aún mejor. Porque nunca he sido compañera de las mentiras, de las incoherencias y de las palabras que no tienen ningún sentido.

Y siento que esto me contamina, que es un continuo no saber qué pensar, qué decir y qué hacer. Que siempre hay dos caminos, el recto y el de las curvas, y si quieres llegar hasta mí, deberías saber que siempre cojo el recto, porque pretendo recoger sinceridad y claridad por el camino.

Y ya no sirven las medias tintas, que querer es poder, y quien no corre vuela. Que si quisieras hacer bien las cosas, del todo y no con medias mitades, las harías. Que no me gustan las cosas complicadas. Ya no más. Querer, ya sabes lo que quiero. Y que si, mi forma de cerrar es demostrarte que funcionamos bien, que sabemos de qué pie cojeamos, que formamos un gran equipo. Es algo que tú y yo tenemos claro.