Perderse en la lluvia
domingo, 26 de febrero de 2012
Nunca sabes dónde puedes terminar, o empezar.
Cuando no tienes nada que decir, ¿qué se supone que debes contar? Quizás sea porque no es necesario, o porque ni el momento ni el lugar ni la hora son adecuados, o simplemente porque ya lo has dicho todo. Porque el vacío de palabras es directamente proporcional al número de ellas que dejaste que se escaparan por tu boca los días anteriores. Y es así, no defiendo ni ataco, está todo más que asumido. Luchar por cambiar de opinión no sirve de nada, el tiempo corre mil veces más rápido que cada uno de nosotros, y más ahora, que estamos a leguas de distancia.
Ya no busco culpables, la culpa está echada por mi parte. Ahora, el resto de minutos pueden pasar por ti, por mí, por ella y por el resto de cabezas mediopensantes de nuestro alrededor. La suerte está echada, y mientras a seguir con el propósito de dejar de desperdiciar mi tiempo.
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