Perderse en la lluvia

Perderse en la lluvia

miércoles, 2 de noviembre de 2011

No queda nadie, no estás tú.

Se encontraba en un laberinto, uno sin aparente salida. Se encontraba enterrado en la arena y la marea comenzaba a subir. Se encontraba mirando por la cerradura de una puerta, intentando abrirle a una sensación que había quedado presa desde hace mucho, porque empezaban a doler heridas que no sangran. Y un vacío comenzaba a hacerse grande, como una escalera que no tiene fin y él no tenía fuerzas para subir. Comenzó a gritar pero ya nadie escuchaba, intentaba hablar pero el río de ruido sumergía las palabras, porque no se puede intentar atrapar en una taza de té las goteras que producen toda una habitación. Y todo comienza a desbordar, comienza a ahogarse, pero se aferra, y no se suelta las sábanas que un día lo hicieron soñar. Y sus manos se vuelven débiles. Necesitaba dormir. Solo necesitaba a alguien que le tendiera una mano, un abrazo y le escuchaba. Lo pedía a gritos, gritos sordos. Solo necesitaba un lugar dónde descansar, un lugar dónde no pudiera recordar, ni que le recordasen quién fue. Pero ese lugar no estaba hecho para mi. Yo no estaba allí, ni estaba con él.

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