Perderse en la lluvia

Perderse en la lluvia

domingo, 11 de diciembre de 2011

Y para que nada nos separe, que nada nos una.

Jugamos a un juego visible a ojos de cualquiera, pero del que nadie sabe las reglas. Ninguno conoce en qué consiste, cómo se gana y cómo te puedes declarar perdedor. Juego envidiado por alguno que otro, un juego peligroso pero a la vez tentador. Un juego con el que no llegas a nada, ni tampoco parece que lo pierdes. Aún sabiendo que no se debe jugar, las ganas pueden, él se arriesga, miente, y mueve la ficha justa para incitar al otro jugador a pensar jugada, o mejor aún, a llevarla a cabo. Y ella juega, avisada por tanto de que en los juegos existe la posibilidad de perder a pesar de que parezca improbable, que a cuanto más conocimiento mayor es la debilidad. Un juego que parece ser que no crea nada, y en cambio, destruye mucho más allá de lo apreciable. Pero es así, nadie habla, no existe comunicación alguna fuera del maldito círculo vicioso que se crea. Como todo, se acaba. No se sabe cuándo ni cómo acabará pero al levantar las cartas, la sinceridad es reflejada en cada uno de los números que estas contengan. Distintos intereses, distintos puntos de vista y distintas metas. Porque claro, perseguir un objetivo no significa conseguirlo.

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