Perderse en la lluvia

Perderse en la lluvia

viernes, 31 de diciembre de 2010

Seguiremos siendo los mismos aunque cambiemos de año.

Como todo treinta y uno de diciembre más de la mitad de la población con algo de tiempo libre decide echar una mirada atrás y recordar todas y cada una de las experiencias del año que está a punto de acabar. Durante un día, en menos de veinticuatro horas se pretende revivir sentimientos, sensaciones y como no, recuerdos. Lo mejor, es que no tiene ningún fin, a pesar de eso, yo busco y rebusco cuatro palabras que definan el año, a grandes rasgos, por supuesto. Y de momento no he dado con la solución.

A fin de cuentas, el tiempo, los trescientos sesenta y cinco días, con sus respectivas veinticuatro horas y sus no sé cuantos minutos me sirven para darme cuenta que las personas indispensables por mucho que pasen los años, las décadas no se irán. Que si, que tienes enfados, discutes, te hace compañia la soledad, aparecen las ganas de huir de todo, derramas miles de lágrimas, sientes no tener un hueco en este mundo. Pero, ¿de verdad todo eso es importante? Con el paso de los años puedes asegurar que carecen de importancia, son momentos duros, no lo dudo, como muchos otros. Pero se tiene que seguir, levantandote una vez tras otra, buscando los momentos de éxtasis de felicidad, y quedarte con la parte buena. Lo peor por mucho que quieras es difícil que no se quede.

Y poco a poco, un año se acaba, y el siguiente empieza. Contador a cero. Nuevas espectativas y nuevos propósitos. Eso si, los años pasan pero hay cosas que son imposibles que cambien.

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