Perderse en la lluvia

Perderse en la lluvia

domingo, 26 de diciembre de 2010

Algo diferente llamó a la puerta.

Estaba de pie, delante de un montón de gente. No tenía ni miedo ni vergüenza. Durante unos instantes fui incapaz de sentir nada, en mi cabeza existía un pequeño duelo. Parecía una situación en la que te encuentras subida a un estrado, donde nadie te rodea, aunque a la vez, en frente tuya se encuentra una cantidad de personas que están completamente pendientes de ti, esperando a que salgan unas palabras detrás de otras, con algún sentido, con un pequeño fin de transmitir una idea. Y tú mientras pensando si debes decir las cosas tal y como son o ocultarlo bajo ese tupido velo donde llevan ya una larga temporada. Poco a poco las miradas se hacen más expectantes, esperaban respuesta sí o sí.
Y la mediadora también. Yo, cada vez me sentía más sola. Era imposible no tener en cuenta que más de la mitad de los pares de ojos que me observaban no eran conocidos. Puros compañeros de clase, que si, les veo diariamente pero no compartimos más que temas de trabajo. Pero aún así en esos momentos sabía que lo que mejor me vendría sería dejar de ocultar las cosas, quitarme por una hora esa fachada que tanto me gusta llevar. Dejar ver a otro tipo de persona.
A esa chica mucho más débil, a la vez más sincera, sensible. Sé que mis palabras conmovieron a más de uno, la verdad es que a mí con solo pensarlo me aparecen las lágrimas. Y después de ser capaz de contarlo todo, sin escrúpulos, mostrando tanto errores como aciertos, la campana sonó y yo volví a ponerme mi disfraz. En realidad puedo llamarlo armadura, pero sigue siendo lo mismo.

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