Decirte adiós implica abandonar una parte de mi vida, dejar atrás tus llamadas de teléfono, de comenzar los días con tus buenos días, de no competir por estúpideces. No sé lo que me ata a ti, ni siquiera si lo que existe entre nosotros no es puramente ficticio, si tanto juego ha construido algo, aunque sea un pequeño e insignificante cariño del uno hacia el otro.
Me quedaré con las ganas de saber si en tu vida he sido una pasajera más, porque tú has pasado por la mía porque encuentro pequeñas dosis de felicidad a tu lado. Y que, a pesar de lo estúpido que llegas a ser, de esa parte de ti que realmente me disgusta, queda la sensación de que te echaré de menos, de que no volver a verte será triste, que sigas tu camino y que no esté en él me molesta.
El peor error, es que has llegado a ser más de lo que un día me propuse. Ha sobrepasado mis barreras, y yo sin darme cuenta, o sin querer hacerlo.
Y no sé qué te diré cuando te vayas. No sé si seré capaz de pronunciar un adiós, si mis palabras se quedarán frías, si tendré unas ganas locas de perderte de vista o no podré dejarte ir.
No lo sé, y no lo quiero saber.
Querida Ana, el tiempo lo dirá.
ResponderEliminarMe gusta mucho el texto.