A veces creo que el mundo desde hace un par de semanas está
dado la vuelta. Y cada vez me llegan más señales de que se acerca el final de
todo esto. Y no es que quiera, es que siempre he creído que cuando el río suena
es porque agua lleva. Porque pareces otro. Aunque sea imposible de creer,
pienso que conozco a dos tú. Al de la corta distancia, el que sabe dar los
besos en el lugar apropiado, en que mueve lo inmovible y consigue aquello de lo
que el resto de los días me siento incapaz. Y luego está el otro, el cual
después de meses, días y noches aún le percibo como un desconocido. Es el chico
del cual hablan todos, sabiendo más o menos.
He de aclarar que creo en la idea de que todo el mundo tiene
dos caras. La cara buena y la que muestran a la realidad. Y el balance se
encuentra en la careta que decides ponerte más veces a la semana, la que es
equivalente a tus vaqueros favoritos que te sientan de lujo. Porque al final,
si eliges el camino fácil, la cara que le gusta a la mayoría, es lo que provoca que el mundo se dé la vuelta. Y
sinceramente, es lo que has decidido escoger tú. ¿Motivos? ¿Causas? Aún más
improbables de conocer. No te culpo, ni quiero despedirme de ti. En verdad, la
palabra que me pasa constantemente por la cabeza es rabia. Es rabia de todo lo que pudo haber sido y no fue.
Rabia de lo bien que me siento contigo. Rabia de pensar que puedes no sentir lo
mismo, o lo que es peor, sentirlo con otra persona. Rabia de perder, de
perderte. Rabia de saber que el reloj marca la hora de cerrar la puerta. La
puerta con llave de tres vueltas, y candado incluido. La puerta que una vez que
se cierre no se va a volver a abrir. Porque es así, porque son de los pocos
principios que mantengo después de
haberte conocido.
Y si, empieza a tomar forma a despedida. Este es tu último
strike posible, si fallas, tanto el partido como la liga la has perdido. Y no
hay manera de volver sobre nuestros pasos. Así que, tú eres ahora el que tiene
en las manos el bate. Yo me quedo en la grada, esperando a que des el golpe
perfecto para conseguir el "home run" que hace que lo ganes todo. Y
que lo ganes conmigo.
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