Perderse en la lluvia

Perderse en la lluvia

miércoles, 12 de febrero de 2014

Volver. Escribir. Escribirte

A veces creo que el mundo desde hace un par de semanas está dado la vuelta. Y cada vez me llegan más señales de que se acerca el final de todo esto. Y no es que quiera, es que siempre he creído que cuando el río suena es porque agua lleva. Porque pareces otro. Aunque sea imposible de creer, pienso que conozco a dos tú. Al de la corta distancia, el que sabe dar los besos en el lugar apropiado, en que mueve lo inmovible y consigue aquello de lo que el resto de los días me siento incapaz. Y luego está el otro, el cual después de meses, días y noches aún le percibo como un desconocido. Es el chico del cual hablan todos, sabiendo más o menos.

He de aclarar que creo en la idea de que todo el mundo tiene dos caras. La cara buena y la que muestran a la realidad. Y el balance se encuentra en la careta que decides ponerte más veces a la semana, la que es equivalente a tus vaqueros favoritos que te sientan de lujo. Porque al final, si eliges el camino fácil, la cara que le gusta a la mayoría, es  lo que provoca que el mundo se dé la vuelta. Y sinceramente, es lo que has decidido escoger tú. ¿Motivos? ¿Causas? Aún más improbables de conocer. No te culpo, ni quiero despedirme de ti. En verdad, la palabra que me pasa constantemente por la cabeza es rabia. Es rabia  de todo lo que pudo haber sido y no fue. Rabia de lo bien que me siento contigo. Rabia de pensar que puedes no sentir lo mismo, o lo que es peor, sentirlo con otra persona. Rabia de perder, de perderte. Rabia de saber que el reloj marca la hora de cerrar la puerta. La puerta con llave de tres vueltas, y candado incluido. La puerta que una vez que se cierre no se va a volver a abrir. Porque es así, porque son de los pocos principios que  mantengo después de haberte conocido.


Y si, empieza a tomar forma a despedida. Este es tu último strike posible, si fallas, tanto el partido como la liga la has perdido. Y no hay manera de volver sobre nuestros pasos. Así que, tú eres ahora el que tiene en las manos el bate. Yo me quedo en la grada, esperando a que des el golpe perfecto para conseguir el "home run" que hace que lo ganes todo. Y que lo ganes conmigo. 

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